lunes, 9 de noviembre de 2009

Una pedagogía de la convivencia


Hemos recordado que la práctica de la pedagogía está vinculada estrechamente a las interrelaciones que se dan en las actividades educativas, y que lo que sucede en nuestras aulas y comunidades educativas es un proceso de socialización. Los estilos de convivencia constituyen un estilo de pedagogía, incidiendo en el modelo pedagógico que se desarrolla. Por lo que es necesario hacer en nuestras aulas y escuelas lo que esperamos de nuestra sociedad.
Es necesario detenerse un momento a pensar ¿cómo se va generando la autoestimación en los niños y niñas y qué importancia tiene justamente la forma de relacionarnos con el desarrollo de esta actitud de autoestimación y de valoración?
La confianza en sí mismo es una actitud que se construye en la interrelación. Es decir, para lograrla es necesario que alguien le haya depositado confianza, que haya manifestado que es digno de ésta, que se puede creer en sus capacidades personales.
Una de las prácticas con mayor incidencia en la autoestima y en el protagonismo de los estudiantes es la forma en que se integra con sus compañeros. La formación de grupos de trabajo y de estudio entre pares posibilita el reconocimiento de las personas como seres humanos de igual valor que los y las otras. En cambio los grupos formados por características particulares como mejores notas, o los buenos para ciertas materias, o los flojos, o cualquier otra forma de identidad construida a partir de expectativas, conceptos o preconceptos que los profesores se forman respecto del niño o la niña, genera a menudo una autopercepción o una autovaloración de desestimación.
En este sentido una pedagogía que responda a la necesidad de mediar la cultura dentro y fuera del aula es imprescindible. Hay que superar esa práctica docente que trata de uniformizar a los estudiantes como si todos y todas fueran lo mismo.
Las otras formas de integración a grupos que inciden en las conductas sociales, las orientaciones tradicionales en el desarrollo de actividades deportivas, como en actividades manuales o intelectuales suelen tener cierta perspectiva tradicional. Es necesario preguntarse ideas concretas que se orienten a revertir esta tendencia tradicionalista.
Las expectativas del profesor respecto de sus estudiantes están muy relacionadas con sus logros escolares. De hecho, se evidencian las expectativas claras de parte del docente en el aula, su transparencia respecto de que niños, niñas y jóvenes pueden superar siempre las dificultades personales, para no sólo aprender, sino saber lo que se aprende. Estas metas transparentes respecto del resultado de sus estudiantes debe ser también coherente con sus propias expectativas personales de perfeccionamiento, de estar en disposición de aprender de los y las estudiantes.
La docencia requiere de una consistencia valórica. La inconsistencia se advierte con mucha facilidad. La descubren sus estudiantes, apoderados, colegas, personal administrativo. Esto ocurre porque los valores se hacen consistentes en las interrelaciones. Son los otros, las otras, quienes perciben esta dimensión y la significan como incoherente, de modo que responden a esa interacción desde el punto de vista de lo que realmente piensan de ese o esa docente.
Otro aspecto relevante de esta pedagogía de la convivencia es lo que se refiere a la valorización desde el género. Cuando se atribuyen normas de convivencia basadas en los roles sexuales tradicionales, se tiende a profundizar la desvalorización del sexo menos valorizado. De modo que las niñas son tratadas de modo diferente, como si fueran de menor valor. Aunque no se dice explícitamente, esta desvalorización aparece en imágenes, en expresiones, en gestos, e incluso en actividades diferentes.
Otros aspectos de una pedagogía de la convivencia son los que tienen que ver con la transversalidad curricular. En efecto, la jerarquización y verticalidad temática y de objetivos cognitivos sobre otros objetivos fundamentales incide en la convivencia, pues ordena las relaciones de forma jerárquica sobrevalorando los aspectos de la racionalidad instrumental por sobre la formación valórica y de las habilidades personales y grupales que se requieren en la convivencia y comunicación sociales.
Hay algunas ideas y conceptos que deseo explicitar como punto de partida:
  • En la escuela siempre han convivido niños, adolescentes y jóvenes entre sí y con adultos; este proceso constituye la socialización (que es progresivo control de los impulsos individuales que posibilitan acceder a las interrelaciones sociales).
  • La convivencia escolar no es un concepto nuevo; lo que ha variado es la relación entre los actores institucionales: todos son considerados sujetos de derecho y responsabilidad, tanto los niños, adolescentes y jóvenes, - los alumnos - como los adultos - los docentes. Merece aclarase que por las funciones organizacionales que les compete a cada grupo, la mayor responsabilidad siempre recae en los adultos.
  • Por lo antedicho, la convivencia es un intento de equilibrio entre lo individual y lo colectivo, entre el deseo y la ley. Esto implica renunciamiento de los sujetos en pro del bien común, del colectivo institucional: estos renunciamientos necesarios para la construcción de la convivencia escolar, provocan malestar. La convivencia no se puede separar del conflicto (institucional, grupal, singular).
  • En la escuela, el encuentro entre docentes (adultos) y alumnos (niños/ adolescentes / jóvenes- se produce en relación con el saber, con el conocimiento.